Pacto con la historia
Porsche América Latina – Sin proponérselo. El costarricense Danilo Coto Cruz se ha convertido en uno de los fabricantes de cascos vintage más reconocido del mundo.
Desde muy niño, la historia fascinó a este hombre de 52 años nacido en Cartago. Su padre, Javier, le contó que en 1948 fue firmado en su ciudad natal el Pacto de Ochomogo, que puso fin a la Guerra Civil nacional. Muy cerca de allí fue fundada en la década de 1960 la única fábrica de cascos que hasta la fecha existe en Centroamérica.
“Roberto Fusina era un italiano que tenía la licencia para hacer cascos de la marca italiana AGV”, dijo Coto, quien a su gusto por la historia sumó desde muy temprano el de las motocicletas clásicas.
A los 19 años comenzó a restaurar motocicletas. Al manejarlas su cabeza se transportaba a las carreas de motos en la Isla de Man, en la Targa Florio o en los Grandes Premios de Alemania.
Unos años después se mudó a San José. Allí se rodeó de los amantes de las motos y en 2002 fue nombrado presidente del Club de Motos Antiguas de Costa Rica. Para ese entonces ya era propietario de una Zundapp KS601 Sport, una moto alemana de la que fueron fabricadas menos de 400 unidades.
“Se la compré en 1999 al escultor Carlos Zúñiga, su primer propietario, pero no me quiso vender el casco antiguo que colgaba en su cochera. Era el primer casco antiguo que veía en mi vida y quedé enamorado de inmediato”.
Pasó el tiempo y como no lograba encontrar el casco que lo desvelaba, decidió fabricarlo él mismo. “Tardé tres años en todo el proceso y quedé tan feliz que le tomé una foto y la subí a mi cuenta de Facebook”, dijo el ingeniero agrícola.
Pronto recibió un mensaje desde Inglaterra en el que le encargaban cien cascos y le ofrecieron pagarle por ellos por adelantado. “Yo no sabía quién era el comprador y en lugar de aceptar de inmediato el encargo le dije a mi esposa que nos fuéramos a Londres a conocerlo”.
Al llegar a la cita descubrió que se trataba de Derek Harris, propietario de la empresa de accesorios de motos más antigua del mundo, Aviakit Lewis Leathers.
“El señor Harris me dijo que no tenía prisa, que le mandara los cascos cuando pudiera”, dijo Coto. Ese mismo día sellaron el pacto de colaboración.
“Los cascos en diseño ‘Jet helmet’ de 1958, vendidos bajo el nombre de Aviakit se vendieron tan bien en Inglaterra y Japón, que luego me encargó otros cien”.
Poco a poco los coleccionistas empezaron a saber que Coto era el que fabricaba los cascos y comenzaron a hacerle encargos privados.
Dos años después recibió una carta de Bill Vero, el hijo del fundador de Everoak, la empresa que presentó el primer casco de Fórmula 1 en 1949. Vero lo felicitó por el trabajo que estaba haciendo y lo invitó a almorzar a su casa, en Londres.
En la mitad del almuerzo Vero le preguntó: “¿En qué piensas cuando haces un casco?”. Coto no dudó en su respuesta: “Pienso que estoy en 1950 y que soy un empleado de su empresa. Y que tengo que hacer un casco perfecto porque lo va a comprar una persona muy importante que lo va a usar para competir”.
Con esa frase quedó sellado un nuevo pacto para proveer a Everoak de algunas piezas para sus cascos. “Un verdadero honor para mí”, dijo Coto. “Un sueño”.
La fama del artesano Coto siguió creciendo a tal punto que en 2016 recibió una llamada de James Mangold, el director de la película Ford vs Ferrari, para que le hiciera algunos cascos, visores, zapatos, guantes e indumentaria para la película. Poco después hizo una colaboración directa con Goodwood, en donde Coto tuvo la oportunidad de conocer al duque de Richmond.
Los encargos privados también lo han llevado a proveer cascos para clientes que corren con diferentes modelos Porsche clásicos en competencias tan tradicionales como la Mille Miglia italiana.
Los trabajos que más honran a Coto son los que realiza para Everoak, pues se trata de una compañía con 350 años de existencia.
Y mientras Everoak comienza a tener ese brillo azuloso de las estrellas que se apagan, el taller artesanal de Coto resplandece con la intensidad naranja de las estrellas jóvenes. Pacto, fundada en 2012, no solo florece sino que hace honor a la historia y a ese lugar en donde fue firmado el Pacto de Ochomogo, muy cerca de la fábrica de cascos del italiano Fusina.
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