Un soplo de libertad
Aunque el Telón de Acero dividía Alemania, fans de Porsche de la parte comunista vivieron el sueño del deportivo. Con el decidido apoyo de Ferry Porsche. Una retrospectiva con motivo del 30o aniversario de la reunificación del este y el oeste.
Atreverse a soñar de nuevo
El 17 de junio de 1953, ocho años después del final de la II Guerra Mundial, en Dresde vuelven a desplegarse tropas soviéticas y hay disparos en la calle. Y como en Dresde, en toda la República Democrática Alemana los ciudadanos se rebelan contra el régimen comunista impuesto por los soviets. Por un momento parece que el pueblo esté a un paso de conseguir la libertad, pero la Policía Popular y el Ejército Rojo sofocan el levantamiento que se había extendido por todo el país. Dresde todavía está marcada por los devastadores bombardeos. Gran parte de la ciudad parece un pedregal. Edificios de fama mundial como la Iglesia de Nuestra Señora y el Zwinger, antaño un lujoso palacio barroco, están en ruinas.
A sus entonces 32 años, el sajón Hans Miersch ya ha pasado por mucho. 10 años antes fue herido gravemente cuando era soldado y hubo que amputarle la pierna derecha.
A unos 40 kilómetros de Dresde, Miersch abre en Nossen su manufactura de zapatos de señora. Un paso muy atrevido en la Alemania comunista, donde la propiedad privada está mal vista y las grandes empresas se nacionalizan. Rigen la propiedad pública y la economía planificada. La iniciativa privada no es bien acogida.
Pero Hans Miersch no deja que le roben sus sueños, ni en la vida profesional ni en la privada. A principios de los cincuenta descubre el nuevo Porsche 356 en una revista de automóviles del oeste de Alemania. «Lo supe en el momento en que vi los primeros modelos: Este es mi sueño», recuerda varias décadas después.
El fabricante de zapatos comparte su sueño con muchos aficionados a los automóviles del este y del oeste, pero para Hans Miersch, como para la mayoría, parece un sueño inalcanzable. A los dos Estados alemanes les separa todo un mundo. Si bien todavía es posible viajar entre el este y el oeste –el Muro no se construirá hasta 1961–, la RDA impone severas restricciones comerciales con la capitalista República Federal. Importar desde allí un vehículo de lujo tampoco le está permitido a un empresario como Miersch. El automóvil de su empresa es una construcción propia compuesta por una carrocería Hanomag y el chasis de un Kübelwagen, un antiguo todoterreno militar. El cuatro plazas descapotable con tracción trasera lo había fabricado Ferdinand Porsche como Typ 82. «Funcionaba de maravilla», afirma Miersch sobre este extraño vehículo. Con un remolque también de fabricación propia viaja por los países hermanos Hungría y Polonia para entregar sus zapatos. Sus contactos se extienden hasta Checoslovaquia, lo que más adelante resultará ser una afortunada casualidad.
En la RDA no era difícil encontrar un Typ 82 inutilizado, ya que en su precipitada retirada en 1945 los soldados alemanes habían tenido que abandonarlos en la orilla este del río Elba para salvarse cruzando a nado hacia el oeste. Por ello algún campesino de los alrededores de Dresde tenía en su granero un Kübelwagen.
Un Kübelwagen es también el inicio de esta fantástica historia. Los hermanos gemelos Falk y Knut Reimann, que por entonces tenían 21 años y estudiaban en la Escuela Técnica Superior de Dresde, diseñan en el tablero de dibujo un cupé que se parece asombrosamente al 356 de Porsche. Miersch se entera. En Mohorn, junto a Dresde, los jóvenes ingenieros Reimann encuentran otro aliado en el fabricante de carrocerías Arno Lindner, quien es capaz de hacer realidad sus diseños. Construye un armazón de madera de fresno que se cubre con la carrocería y a la que se puede atornillar o soldar un chasis. La empresa familiar de Lindner tiene mucha experiencia con este tipo de construcciones: su abuelo ya fabricaba carruajes de caballos siguiendo este principio.
En un maletín pasó de contrabando los recambios de Porsche a través de la frontera de la RDA.
Para cumplir su sueño del Porsche oriental Miersch pone a disposición como base el chasis de un Kübelwagen. Sin embargo, hay un grave problema que pone en peligro toda la operación: en la RDA no hay modo de conseguir chapas de metal de la calidad necesaria. Pero Miersch hace valer sus relaciones en Checoslovaquia y consigue unos 30 metros cuadrados de chapa de embutición. «Casi valía más que el oro». Con un grosor de un milímetro tiene mucho peso, solo el capó ya pesa casi 20 kilos. Y puesto que el chasis del Kübelwagen es unos 30 centímetros más largo y mucho más ancho que la carrocería del Porsche 356, el Miersch 356 se convierte en un espacioso cuatro plazas, lo que a su vez se traduce en peso adicional.
La búsqueda de piezas para el bastidor y la tracción se convierte definitivamente en una aventura. Gracias a la intermediación personal del fundador de la empresa, Ferry Porsche, el concesionario Eduard Winter tiene a su disposición en Berlín occidental un sistema de frenos para el Porsche 356. Miersch pasa de contrabando las valiosas piezas de oeste a este, «en un maletín muy grande», transpirando sudor y sangre – la pena en la RDA por contrabando era de muchos años de prisión. Tiene que cruzar la frontera «varias veces al día» bajo la rigurosa mirada de los soldados de la RDA. «Sobre todo los tambores de freno eran muy pesados».
Y así se une lo que debía permanecer unido. Siete meses después, en noviembre de 1954, el vehículo de construcción propia está listo para salir a la calle. Lindner calcula que la fabricación de la carrocería costó 3.150 marcos occidentales.
Al principio el Miersch está accionado por un débil motor bóxer de 30 CV que apenas puede con los 1.600 kilos del vehículo. El modelo, el 356 original, pesa cerca de la mitad y tiene más del doble de potencia. No es hasta 1968 que Miersch podrá instalarle un motor de Porsche de 1,6 litros y 75 CV. Esta vez importará oficialmente el motor desarmado como si fueran recambios de vehículo, en teoría un regalo de un familiar de Alemania occidental.
Ferry Porsche desea por carta buen viaje con el Porsche de fabricación propia.
Lindner construye a mediados de los cincuenta cerca de una docena de cupés en base a este prototipo; no está muy claro cuántos fueron exactamente. Lo que es seguro es que los dos constructores, los hermanos Reimann, se hicieron fabricar un ejemplar propio. También ellos pidieron ayuda a Zuffenhausen, y la obtuvieron. En la respuesta con fecha de 26 de julio de 1956, Ferry Porsche comunica a los «Sres. Reimann»: «A fin de apoyarles para salir del apuro, les enviaremos en los próximos días, como ustedes solicitan, un juego de pistones y cilindros usados a través de la empresa Eduard Winter de Berlín». Y deseaba a los gemelos una «buena recepción y buen viaje con su Porsche de fabricación propia». La carta la firma la secretaria de Ferry Porsche. El jefe de la empresa hace saber que él mismo estaba «en ese momento en la carrera de Le Mans».
Con su vehículo de fabricación propia los Reimann emprenden, mientras fue posible, largos viajes por Europa. Para reducir los gastos de los viajes, los gemelos viajan durante años con una sola licencia de conducir. Nunca les descubrieron. En las fotografías se les ve con diferentes chicas, en el Grossglockner, en el Lago Lemán, en París o Roma. En el centro siempre su gran amor, que habían bautizado como «Porscheli». Los espías omnipresentes del servicio secreto de la RDA registran también este estilo de vida tan occidental de los dos copistas de deportivos. Poco después de la construcción del Muro en 1961 son detenidos por supuesta participación en una huida. No podrán abandonar la prisión hasta un año y medio después.
De este modo se perderá durante décadas la huella del «Porscheli». No será hasta 2011 que el coleccionista austriaco Alexander Diego Fritz lo descubra y lo salve de la ruina. Que se sepa, hasta nuestros días solo se han conservado íntegramente dos de estos Porsche de la RDA: el ejemplar completamente restaurado de Fritz y el vehículo en gran parte original de Hans Miersch. Este ha permanecido sin interrupciones en poder de su primer propietario, incluyendo la placa de la matrícula original RJ 37-60. Cuando a principios de los años setenta la fábrica de zapatos de Miersch pasa a ser una empresa propiedad del Estado, es decir, prácticamente expropiada, consigue proteger el vehículo de las garras del Estado. Como argumento Miersch utiliza astutamente su herida de guerra. «Se trata de un vehículo de fabricación propia personalizado, construido especialmente para mí como inválido». Cifra el valor del vehículo en 1.800 marcos orientales. A partir de ahora el fabricante deberá ganarse la vida como obrero en una fábrica de tela asfáltica.
Cuando ahora hace 30 años se acaba la historia de la RDA, Miersch ya está jubilado. También en la Alemania reunificada sigue siendo fiel a su querido vehículo; lo arregla y lo mejora a conciencia. El último arreglo consiste en un motor de 90 CV de un Porsche 356 para proveer de una conducción aceptable al peso pesado.
A los 73 años, en 1994, Miersch decide separarse de su acompañante, entretanto esmaltado en blanco. En el amante de Porsche Michael Dünninger, de Würzburg, encuentra a un digno sucesor. En cualquier lugar donde Dünninger aparece con el vehículo se forma una aglomeración de gente. «Muchos reconocen el parecido con el 356 pero están dudosos», se ríe Dünninger. Y con el tiempo también él ha mejorado algunas cosas. Por ejemplo, hizo tapizar los asientos con cuero de color coñac y cambió el tacómetro de Horch, de antes de la guerra, por uno original de Porsche. En cualquier caso, el Miersch sigue siendo parte de la historia. Construido en una época en la que el mundo estaba partido en este y oeste, y en un tiempo en el que las personas todavía podían construirse sus propios sueños automovilísticos.
SideKICK
9:11 Magazine: la construcción propia en una película
Con imágenes emocionadas y emocionantes, en 911-magazine.porsche.com una película cuenta como Falk y Knut Reimann construyeron la copia del Porsche. Todavía existe el ejemplar con el que los gemelos viajaron por Europa. O mejor dicho: vuelve a existir.
Pues a diferencia del vehículo que Hans Miersch cuidó esmeradamente, el de ellos cayó en un inmerecido olvido durante décadas. El austriaco Alexander Diego Fritz lo restauró y en 2016 escribió un libro sobre él. Lindner Coupé: el Porsche de la RDA de Dresde.