Oro champán con pátina
Interpretar el cielo de Berlín como un garaje encaja muy bien con Mirna Funk. Las visiones muy personales son su especialidad.
Una nube de color rosa llena el marco de la puerta. La creación de Valentino es exuberante, llena de formas, con corte profundo y, en cierto sentido, estridente como un motor de carreras de doce cilindros. Desde arriba llega la mirada de Mirna Funk, con un estilismo perfecto. «¿Queréis fotografiarme en la cama? ¡Ahí es donde más me gusta escribir!». Silencio incómodo. La puesta en escena es típica de la escritora y periodista: el pudor no va con ella.
Mirna Funk escribe sobre identidad judía y antisemitismo en suplementos culturales de prestigiosos periódicos. Nació en 1981 en lo que era el Berlín oriental y tenía siete años cuando su padre judío abandonó la RDA y la familia. Muchas veces es objeto de comentarios de odio. Para revistas como Vogue y Cosmopolitan escribe columnas sobre relaciones íntimas. Sus dos primeras novelas –Winternähe de 2015 y Zwischen Du und Ich (2021)– están a caballo entre Berlín y Tel Aviv, igual que la propia autora. En ellas trata, entre otros temas, el hecho de que nadie puede escapar de su pasado y arroja luz sobre la vida de los judíos en Alemania e Israel 75 años después del holocausto.
Y Mirna Funk conduce un Porsche. En concreto, un Porsche marcado por la vida en la calle en Berlin-Mitte, el centro neurálgico de la capital reunificada. «Aquí encuentro aparcamiento a cualquier hora del día y de la noche, sin problema», afirma. Naturalmente, podría permitirse un garaje. «Pero estaría a medio kilómetro, y eso para mí es demasiado lejos».
Llama a su coche Cherrie. Es un Porsche 924 S del año 1986, con un motor de cuatro cilindros en línea de 2,5 litros y 110 kW (150 CV). Con sus faros plegables y el portón trasero de cristal es un equivalente en diseño al vestido de Valentino. La serie 924 se construyó originalmente para Volkswagen. Sin embargo, desde finales de 1975 Porsche fabricó el coche como modelo propio. Fue el primero con motor frontal refrigerado con líquido.
Cherrie rueda y es muy fiable: por la mañana al jardín de infancia con su hija en el asiento trasero, y a mediodía, a hacer la compra o incluso en una gira de lecturas por todo el país. A Mirna Funk le encanta conducir. Su vetusto 924 S es un objeto con un gran valor sentimental, su acompañante continuo. Para ella lo más importante es disfrutar al volante. «Siempre soy la primera en el semáforo, y eso me encanta».
Tenía 32 años cuando sintió que quería el 924 a toda costa. «Y justo en este color: ¡oro champán!». Había dos para elegir. «Un tipo había heredado de su tío un modelo turbo. No quería dejarme conducir y me dijo: “Puedes sentarte a mi lado y damos una vuelta”. Entonces le dije: “¡Hasta luego, cocodrilo!” y me llevé el otro». Fue un trato entre mujeres y al final me hice amiga de Ellen, la anterior propietaria. En aquel momento, Funk tenía sus dudas: «Esperaba ser capaz de conducir el coche. Cuando por fin lo tuve, pensé: “¡Menuda la que has liado!”»
Mirna Funk sufre a menudo en sus propias carnes los estereotipos de género: «A los hombres les gusta contarme que mi 924 no tiene motor Porsche. Entonces siempre tengo que explicarles que es un 924 S con motor Porsche».
Hace un año compró su ático con doble terraza. Una vivienda amplia con decoración minimalista y muebles de Ligne Roset y String, todo ello unido a obras de jóvenes artistas contemporáneos como Anna Nero, Eglė Otto y Leon Kahane. Funk estudió filosofía e historia. En el árbol genealógico de una familia repleta de artistas, siguió los pasos de su bisabuelo: Stephan Hermlin fue un hombre comprometido y uno de los escritores más influyentes de la antigua RDA. Es de suponer que estaría muy orgulloso de la audacia y el entusiasmo con los que Mirna Funk aborda los temas identitarios y hace suya la esencia judía. Aboga por la claridad en todas las facetas de la vida: cuando el padre de su hija descubrió que aclarar el lavavajillas era un trabajo de esclavos impropio de él, esto desembocó irremediablemente en la separación. Pero no le gusta incidir en el rol de la madre soltera que trabaja. Prefiere hablar sobre su Porsche como expresión de autodeterminación femenina en la estética del diseño atemporal. «El 924 S tiene un aspecto magnífico desde hace 35 años, es rápido y su sonido es excelente. En eso no tienen igual».
El amor por su coche es tan grande que, aprovechando el cambio de casa y de vida, próximamente le regalará a Cherrie la compañía de un Porsche 911. Mejor aún, de dos: un 911 SC de los años 1978-1983 para el verano y uno nuevo para el invierno berlinés. Y, si el dinero no tuviera nada que ver, acumularía un tercer 911 en Tel Aviv.
No es inviable. Mirna Funk es extremadamente prolífica, hace publicaciones semanales y ha creado una serie de TV de ocho episodios que trata del comercio de arte entre Berlín y Tel Aviv. Actualmente está escribiendo los guiones para ella. Su tercera novela se publicará en el otoño de 2023 y ya ha vendido los derechos.
Si alguna vez se cruza a Mirna Funk en el ajetreo del tráfico berlinés, no dude en saludarla con la bocina. Seguramente le devolverá el saludo. «He traído a la capital un cierto estilo de conducción oriental. Conducir en Israel es superpeligroso. Hay que pasarse el día tocando la bocina: ¡allí no saben lo que es ceder el paso! El que llega primero gana. Si eres valiente, sobrevives». La abolladura en la parte delantera izquierda –enfatiza– no fue culpa suya. «El coche es tan bajo que al dar marcha atrás pasa desapercibido muchas veces».