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Ha visto tiempos mejores. La función de parada está defectuosa, la carcasa roja, llena de arañazos y la cinta de plástico, amarillenta y sucia. Pero cuando te pones en la muñeca el Omega, el segundero del cronógrafo inferior comienza a girar en un tictac, como si quisiera contarnos su historia, la historia del automovilismo.

24 Horas de Le Mans, 1977. El Porsche 936/77 Spyder va en cabeza, pero 45 minutos antes de finalizar la carrera entra en los boxes humeando. Un cilindro defectuoso. Nerviosismo. ¿Podrá el equipo de Porsche mandar de nuevo el automóvil al circuito? 12 minutos antes de finalizar la carrera, Jürgen Barth pone en marcha el motor. Funciona – con un cilindro menos. Barth vuelve al circuito. El 936 aguanta. Y sigue en cabeza.

Pero ahora lo que cuenta es la precisión: Barth no puede atravesar la línea de meta antes del final oficial de la carrera a las 16.00 horas. De hacerlo, tendría que volver a recorrer el Circuit des 24 Heures, y el maltrecho Porsche no lo soportaría. Barth se dirige de nuevo a los boxes, y sus compañeros de equipo improvisan. Con cinta adhesiva sujetan el cronómetro al volante para que el piloto pueda ver en todo momento cuánto tiempo le queda. De nuevo en el circuito, Jürgen Barth finaliza la última vuelta con la precisión de un reloj suizo. A las 16.00 horas en punto este piloto de 29 años traspasa la línea de meta y obtiene conjuntamente con Jacky Ickx y Hurley Haywood la cuarta victoria general para Porsche en Le Mans.

Sebastian Missel
Sebastian Missel