Avanzarse al futuro
Huir de la avalancha de tendencias autónomas, poder decidir cómo y por dónde ir, gozar de lo auténtico más allá de la mera eficiencia: Michael Mauer, director de Style Porsche, nos habla de la fascinación de los coches deportivos de hoy, mañana y pasado mañana.
Quizá realmente existe algo así como las ganas de que pronto pase todo. Al menos este es el pensamiento que nace en mí cuando, en una feria o en la presentación de un automóvil, un joven bloguero, periodista o reportero de televisión me pide por tercera vez consecutiva que responda a su pregunta, aparentemente valiente, sobre el futuro del coche deportivo. Una pregunta que formula así: «¿Por qué en el futuro alguien tendría que correr por un circuito?». Según su lógica, en un mundo de movilidad eléctrica autónoma el coche deportivo se convertirá en una reliquia.
La respuesta es fácil: por los mismos motivos que en 2018. Porque es divertido, por el puro deseo de vivir la velocidad, de sentir las fuerzas de la física, de medir las capacidades del coche (cuando es un Porsche) y las propias. Tal vez dentro de 20 años los automóviles deportivos aún tengan más entusiastas. Su uso trascenderá las necesidades cotidianas y será una fuente de placer para el usuario.
«Tal vez dentro de 20 años los automóviles deportivos aún tengan más entusiastas. Su uso trascenderá las necesidades cotidianas y será una fuente de placer para el usuario».
Huir de la avalancha de tendencias autónomas, poder decidir cómo y por dónde ir y volver a gozar de lo auténtico más allá de la mera eficiencia. Todo eso representa el coche deportivo hoy y, sin duda alguna, lo seguirá haciendo en el futuro. Lo que posiblemente cambie en las próximas décadas es el volumen sonoro con el que responde el vehículo. Y lo hará en dos sentidos: o bien la línea ideal en el circuito de carreras será casi como en el zen –silenciosa pero muy dinámica–, o bien la tecnología de lo imposible creará nuevas resonancias para indicarme al oído en qué medida estoy conduciendo de forma rápida, crítica o ideal.
Henry Ford, Ferdinand Porsche o Ettore Bugatti apenas habrían podido imaginar que sus primeros carruajes motorizados algún día serían capaces de frenar automáticamente cuando un peatón pise la calzada, dosificando, al mismo tiempo, el freno para que el automóvil no patine. Lo que será posible en una o dos décadas es aún incierto en algunos aspectos. Pero para mí lo que es seguro es que seguirá habiendo clases muy distintas de vehículos: los prácticos y los recreativos, los pequeños y los opulentos, los elegantes y los deportivos. ¿Por qué hay discos de vinilo? ¿Por qué hay relojes de pulsera analógicos? ¿Por qué hay quien todavía escribe con estilográfica? ¿Dónde radica el placer de pasear? Cada revolución ha traído cosas nuevas, y sin embargo ha conservado las cosas que amamos. El coche deportivo nos sumerge en el mundo de las emociones, y eso exactamente es lo que buscamos, lo perceptible, lo desafiante, lo hermoso.
El aspecto exacto que tendrá el deportivo del futuro es una cuestión de posibilidades, pero será reconocible como un objeto excepcional. Una forma que añade un signo de exclamación a la función. Probablemente, este deportivo será también un vehículo de Nivel 6 o 7, autónomo e hiperconectado. Probablemente podrá recorrer la línea ideal del circuito de carreras con el estilo de conducción de populares robots de carreras o pilotos humanos. Pero tendrá volante, una opción siempre presente para poder vivir la experiencia como propia. En el futuro, un deportivo cumplirá también esta promesa de potencial extremo. Y eso se hará patente en su forma externa. El Porsche de pasado mañana será sin duda reconocible como un Porsche, como un coche en cuyos genes está inscrito este código tan especial: 911.
Michael Mauer
Tiene 55 años y dirige el departamento de diseño de Porsche desde 2004. Desde finales de 2015 es también director de la división de diseño de Volkswagen AG.