Un buen modelo
Los Porsche despiertan admiración en todo el mundo. Pocas marcas tienen una imagen tan positiva. Una simpatía que ya despertó el legendario Porsche 356 «No 1» Roadster de 1948 y que han emulado después todos y cada uno de los modelos de la saga.
Porsche 911 Carrera
Emisiones de CO₂ (combinado): 190–169 g/km
Consumo combinado: 8,3–7,4 l/100 km
Clase de eficiencia: F–D
Porsche Macan
Emisiones de CO₂ (combinado): 172–167 g/km
Consumo combinado: 7,4–7,2 l/100 km
Clase de eficiencia: C
Porsche 911 Turbo S
Emisiones de CO₂ (combinado): 212 g/km
Consumo combinado: 9,1 l/100 km
Clase de eficiencia: F
(Datos de 2018)
No iba buscando la fama, ni desde luego, contribuir a un mundo mejor. Ferdinand «Ferry» Porsche solo quería hacerse un favor a sí mismo. Periodistas, amigos y compañeros le solían preguntar cómo se le ocurrió la idea de construir un deportivo tan poco tiempo después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Entonces Ferry Porsche respondía: «En realidad, lo de construir un automóvil veloz para viajar no era más que un pasatiempo». Pero en el verano de 1948, estaba listo para echar a rodar el deportivo de motor central con el número de chasis 356-001. Había nacido el primer vehículo de la historia denominado Porsche.
Desde el primer día, Porsche ha simbolizado la consecución de un sueño, no solo el de Ferry Porsche, sino también el de muchas personas. Por eso conducen Porsche, o por eso les gustaría hacerlo. Porsche ha fascinado a millones de personas durante las últimas siete décadas: a los peatones que se giran cuando pasa a su lado un 911 tanto como al niño que se desvive por conseguir el cromo que le falta para la colección y que presiente que tiene a tocar de la mano. Pocas marcas gozan de una imagen tan positiva como la suya. En la empresa lo llaman «aceptación social». Pero ¿cómo se ha granjeado ese elevado nivel de aceptación? ¿Será capaz de mantenerlo en el futuro? ¿No es el despertar parte consustancial a todo sueño?
¿De dónde viene la aceptación social?
Aquellos que son aceptados socialmente cuentan con el apoyo continuado y positivo de las personas que les rodean. La necesidad de aceptación social influye en muchas de las grandes decisiones de nuestra vida: con quién nos casamos, qué profesión elegimos o la compra de un Porsche 911 Turbo S. Nunca antes habíamos tenido tantas posibilidades de ser aceptados socialmente como ahora. En el pasado nos relacionábamos en grupos pequeños y, a lo sumo, conocíamos a unas 150 personas a lo largo de la vida. Hoy, en cambio, podemos relacionarnos con ese mismo número de personas en una sola semana. Independientemente de su grado de cercanía, lo cierto es que nos transmiten la sensación de aceptación social. Familiares y amigos nos abrazan, compañeros de trabajo nos invitan a comer, nos adherimos a comunidades religiosas o a partidos políticos, nos entusiasmamos con equipos de fútbol o practicamos deporte juntos. El trasfondo de todas estas actividades es la búsqueda de aceptación social.
Aquí reside también el poder de los medios sociales. Mark Zuckerberg, por ejemplo, la utiliza. Facebook, asegura, fue concebido «para cumplir una misión social: lograr un mundo más abierto y mejor conectado». Cuando compartimos información online, se desencadena una liberación de dopamina similar a la que se produce cuando comemos chocolate. Lo mismo que sentimos cuando nuestras publicaciones les gustan a otros. Porque la aceptación social es importante para nosotros.
Confianza en la marca
¿Qué significa todo esto para Porsche? El politólogo Weert Canzler, jefe de la sección Movilidad del Centro de Ciencias Sociales de Berlín, asegura que «la importancia del automóvil en la sociedad está viviendo un proceso de transformación. La digitalización va a revolucionar todo el sector. La ecología va adquiriendo cada vez más relevancia. Evidentemente, todo ello influirá también en la percepción de una marca como Porsche. Es un gran desafío».
Ferry Porsche falleció en 1998. «El proceso de desarrollo del automóvil no ha tenido nunca un momento de descanso», aseguró en una entrevista ya en 1966. «Hoy nos enfrentamos a muchos problemas, pero cuando los resolvamos, vendrán muchos nuevos. (…) El automovilismo ha contribuido siempre en gran medida a solucionar estas cuestiones, y lo seguirá haciendo en el futuro». Sobriedad ingenieril en estado puro. Un rasgo que muy probablemente ha influido en la popularidad de Porsche, porque quien solo aspira a llamar la atención se compra otro deportivo. Un Porsche es discreción y, por consiguiente, no despierta sentimientos negativos o de agresividad en quienes lo observan o carecen de uno.
En sus numerosos libros, como Porsche 911: Perfection by Design, el periodista estadounidense Randy Leffingwell describe la relevancia del lenguaje visual en el éxito de Porsche. Cuando Ferdinand Alexander Porsche, hijo de Ferry, creó el 911, pretendía conseguir un diseño nítido, elegante, minimalista. Por eso el 911 se adapta tan bien a los tiempos. Antes y ahora. Y por eso, al dibujar un deportivo casi todos los niños pintan faros redondos, guardabarros elevados y la suave línea del techo que caracteriza a los 911.
El primer club Porsche se fundó en Dortmund en 1952. Hoy en día existen alrededor de 700 clubes oficiales en todo el mundo. Más de 200.000 miembros que asisten a encuentros, se reúnen y organizan veladas, excursiones y carreras. El entusiasmo de los conductores de Porsche, a su vez, repercute positivamente en la aceptación social de sus deportivos. Como todo el mundo sabe, un Porsche es un objeto para el uso cotidiano, pero también un vehículo con el que escapar de la rutina y las férreas estructuras de la vida diaria. Una aventura que comienza en cuanto se roza el acelerador con el pie.
El estatus del automóvil
El automóvil ha insuflado libertad a la vida de las personas, la libertad de marcharse cuando y adonde lo deseen. Pero, ¿soñamos aún los seres humanos con este tipo de movilidad? «Durante mucho tiempo, el coche ha sido sinónimo de progreso social, el exponente de una buena vida. Un símbolo clave del estatus social y un objeto de deseo», explica Mark Morrison, del Instituto de Tendencias de Futuro de Frankfurt. «Ese rango lo ha perdido, pero no por ello va a ser el fin de toda una industria. Si las marcas consiguen adaptarse a las nuevas necesidades, los coches seguirán teniendo su lugar en el mundo del futuro».
Algunas encuestas, estadísticas y estudios demuestran que los jóvenes, principalmente, no valoran tanto el hecho de tener un coche en propiedad. «Pero ahí hay también una oportunidad para Porsche», asegura convencido Canzler. «Darse el gustazo de alquilar un Porsche de vez en cuando, por ejemplo. Tal vez sea posible crear un modelo de negocio basado en abonos, o comprar un determinado número de kilómetros… Quizá de esta forma se pueda llegar a nuevos nichos de clientes».
Pero, en opinión de Canzler, lo más importante es no perder el paso de los tiempos en cuestión de electromovilidad. Recientemente, Porsche ha ganado tres veces seguidas las 24 Horas de Le Mans con un híbrido enchufable. A finales de la década, está previsto que se fabrique el primer Porsche completamente eléctrico en serie. ¿Por qué no iba este Porsche a fascinar al mercado del mismo modo que el 356, el 911 o el Cayenne? El motor eléctrico se presenta así nuevamente como una oportunidad para demostrarle al mundo que la innovación es inherente a la marca Porsche.
Innovación y carisma
La psicóloga Jennifer Aaker, de la Universidad de Stanford, afirma que toda marca exitosa debe poder contar una historia buena y coherente de sí misma, ya que, según la experta, ello puede ayudarnos a comprender «su verdadera naturaleza». Un fabricante con una tradición tan larga como Porsche parte con una ventaja: su carisma no se debe solo al elegante diseño de sus automóviles, a la potencia de sus modelos o al entusiasmo incondicional de sus adeptos, sino también a un dominio técnico que la empresa ha venido demostrando una y otra vez a lo largo de varias generaciones y que seguirá demostrando en el futuro. Porsche puede y tiene historias que contar. Empezando por Ferdinand Porsche, el padre de Ferry, que ya en 1900, mucho antes de fundar la empresa, construyó un vehículo híbrido. El nombre del automóvil: «Semper Vivus», siempre vivo.
Tampoco los seres humanos dejaremos de buscar la aceptación social. Está demasiado anclada en nuestro cerebro.