70 años. Lo mejor está por venir
Un martes de principios de verano de 1948. Signo del zodiaco: géminis. El 356 «Nº 1» Roadster es el primer coche de la historia denominado Porsche. El 8 de junio recibe el permiso de circulación del gobierno regional de Carintia, en Austria. Con un motor central de 35 CV y apenas 585 kilogramos de peso, el ligero deportivo alcanza una velocidad máxima de 135 km/h. A la gente de la región se le atribuye inteligencia, capacidad inventiva, curiosidad, versatilidad… Pero ¿acaso pueden también los coches tener carácter?
El periodista alemán Ulf Poschardt describiría aquel primer Porsche como «un elegante gesto de humildad». Sobriedad al límite de lo espartano. Ferdinand «Ferry» Porsche, su creador, soñaba con un vehículo así. Al no encontrarlo en ninguna parte, decidió construirlo él mismo. «Un vehículo pequeño, manejable y ligero que superara en rendimiento a otros más grandes y potentes».
Salir de la sombra de su padre Ferdinand, que acababa de regresar de su confinamiento en Francia, y conducir en su más bella forma. El inicio de una leyenda.
Las buenas historias siempre tienen los mismos ingredientes: una idea brillante, un marco narrativo apasionante y mucha emoción. Porsche es pura emoción.
70 años más tarde: el principio Porsche. Siempre igual, pero siempre nuevo. La maximización del minimalismo, la mesura que todo lo puede, el sueño jamás extinguido del deportivo perfecto, rebosante de contrastes, fenómenos y paradojas al mismo tiempo. Todo en uno: innovación y tradición, potencia y cotidianidad, diseño y funcionalidad, exclusividad y aceptación social. Un coche que lo aúna todo, pero no apto para todos. Los conductores de Porsche son yonquis de su pasión. Los más espirituales creen ver su propia alma reflejada en sus automóviles, otros solo ven fetichistas del estatus con déficit de autoestima. Y sin embargo hay una inteligente sentencia según la cual no es el coche el que estropea el carácter, pero quienes carezcan de carácter no deberían conducir un coche.
Por lo general, la historia no se repite. Las lecciones aprendidas quedan. Una identidad inamovible, como la del Porsche 911. Desde su presentación en 1963, ningún otro coche ha sabido adaptarse tan consecuentemente a las exigencias de los deportivos modernos y permanecer, al mismo tiempo, tan manifiestamente fiel a su carácter externo e interno. Así es también la empresa Porsche, y así es este número de Christophorus: la continuidad de una tradición en los albores de una nueva forma de entender la movilidad individual. Nada de rancias retrospectivas con motivo del 70º aniversario de la marca, sino un vivo entusiasmo por el futuro sobre la base del orgullo por el pasado. Acción y ganas, en lugar de reminiscencias. Como decía Winston Churchill: «Cuanto más atrás puedas mirar, más adelante verás». O lo que es lo mismo: sin orígenes no hay futuro.
El color blanco impregna toda la edición conmemorativa. Y no es casualidad. ¿A dónde vamos? Una luz resplandeciente llega del futuro sustentándose sobre la base de unos cimientos septuagenarios: solidez, claridad, frescura, apertura. El negro es la ausencia absoluta de color, el blanco la suma de todos ellos. No es la encarnación de la nada, sino la representación del todo.
Siete décadas de Porsche a nuestras espaldas. Pero lo mejor aún está por venir.
Venga de donde venga, vaya a donde vaya, nuestro Christophorus le acompaña.