Inolvidable
Hace 60 años, Porsche dejó de producir el legendario 550 Spyder. Casi simultáneamente, Lew Bracker participaba en la que sería su última carrera. El mítico deportivo alemán fue un ingrediente fundamental en su amistad con James Dean.
Organización Sven Rueddigkeit
Lew Bracker abre con delicadeza la puerta del Porsche 550 Spyder plateado, se acomoda en el asiento del conductor deslizándose suavemente y posa ambas manos sobre el volante del vehículo. Después dirige su mirada hacia la lejanía, en dirección a las montañas de Mecca Hills, que a la luz del atardecer se erigen teñidas de rosa a modo de telón de fondo del circuito del exclusivo club automovilístico californiano Thermal Club. «Es como si acabara de volver a casa», confiesa Bracker, de 89 años, justo antes de zambullirse en un viaje al pasado.
Ya han pasado 60 años desde que un joven Bracker aún amateur participara en la que la postre sería su última carrera. Pero ahora, de repente, todas esas décadas se aglutinan en un solo instante. De un plumazo, este coche –propiedad de un concesionario del sur de California de nombre European Collectibles y cuyo valor alcanza cifras de seis ceros– consigue transportarle a los años cincuenta, a aquellos días en los que recorría la zona meridional de California con su mejor amigo, James Dean, alias Jimmy, al volante de bólidos procedentes de Zuffenhausen.
Bracker vio por primera vez un 550 Spyder en Competition Motors, Hollywood, el 18 de septiembre de 1955 mientras regresaba a casa. Esa misma tarde le habló a Jimmy de aquel ligerísimo deportivo plateado. A sus veintitantos años, les encantaba pasar el tiempo charlando apasionadamente de carreras y coches, sobre todo de Porsche. Tres días después, Jimmy se presentó en casa de Bracker con aquel Spyder. Lo había negociado a cambio de su Porsche 356 Speedster blanco. «Después cambié mi 356 Speedster rojo por el Speedster de Jimmy», recuerda Bracker.
Nueve días más tarde, el 30 de septiembre de 1955, James Dean estaba muerto. Falleció al volante del Spyder mientras se dirigía a una carrera en Salinas, a casi 600 kilómetros de Los Ángeles. Solo seis meses antes, el joven actor se había convertido en toda una estrella con su primera película, Al este del Edén. Ahora, con el accidente, adquiría el estatus de leyenda, y el Spyder, en cambio, se hacía tristemente famoso.
Lew Bracker y James Dean se conocieron en junio de 1954 en el Green Room, un restaurante situado en los estudios de la Warner Bros., cuando este aún era un desconocido para el gran público. Si hoy aún viviera, ambos seguirían siendo íntimos amigos. Bracker está convencido de ello. Y es que, además de la pasión por los coches, ambos tenían numerosos intereses en común, como la música o el cine, y hacían planes juntos. Dean, que confiaba en muy pocas personas de Hollywood, quería que Bracker se convirtiera en el productor de sus películas. También querían montar un restaurante y abrir un concesionario Porsche. De hecho, incluso habían decidido ya el nombre, afirma Bracker: «James Dean Motors».
Durante mucho tiempo, Bracker se había sentido atraído por los voluminosos coches americanos. Primero tuvo un Oldsmobile descapotable, más adelante un Buick Century… Pero al final, Dean le terminó contagiando su entusiasmo por los apasionantes deportivos alemanes. Por las noches, solían salir por Los Ángeles a recorrer las curvas de la Mulholland Drive con sus Speedster o se acercaban a la zona de los cañones, por aquel entonces aún poco transitados.
Dean fue también quien despertó en Bracker la pasión por las carreras de coches. Participó por primera vez en las Santa Barbara Road Races a principios de septiembre de 1955 a bordo del Speedster rojo y con el casco de Dean. «En realidad me lo había prestado, pero estaba claro que era un regalo porque antes de la carrera había garabateado su firma en el lado izquierdo», relata Bracker. Tampoco hacía tanto tiempo que el propio Dean había comenzado a correr, pero como la Warner Bros. le había prohibido por contrato participar en carreras de coches durante varios meses, acabaría participando solo en tres. Hasta 1957, Bracker participó en más de 40 carreras con distintos modelos de Porsche, pero siempre con el número 113. «Jimmy y yo queríamos llevar el 13, pero, por superstición, los clubs se negaban a conceder ese número. Así que Jimmy escogió el 130 y yo, el 113». Bracker ganó seis carreras, quedó cinco veces segundo y una tercero, siendo por aquel entonces el piloto con más victorias de toda la Costa Oeste.
Bracker nunca pilotó oficialmente para la marca alemana, pero recibió el apoyo de los concesionarios Porsche de la zona, interesados en dar a conocer la joven marca en California. «La introducción del 356 Carrera en el mercado estadounidense había sido un fiasco, por lo que estaba obligado a ganar carreras: esa era entonces la mejor publicidad». Y Bracker contribuyó a ello, ya que consiguió que Porsche ofreciera por primera vez el Carrera Speedster también en negro. «Porsche se negaba, pero yo insistí e insistí», comenta Bracker con una sonrisa. «Les decía continuamente: dadme el coche en negro, es un color muy personal y llama la atención». Hoy, en las paredes de su casa situada en Palm Springs, la ciudad en medio del desierto, se pueden ver fotos enmarcadas del joven Bracker devorando circuitos a bordo de un Carrera negro y ataviado con atuendo de carreras y casco negros. «El tema del color, como todo en mi carrera de piloto, también está relacionado con Jimmy: él se había comprado un mono de carreras negro, y a mí me pareció una idea genial».
Bracker tenía un estilo de conducción muy similar al de su ídolo, el pentacampeón argentino de Fórmula 1 Juan Manuel Fangio. «Siempre encontraba la línea perfecta en las curvas, nunca rozaba las vallas ni derrapaba. Era veloz pero suave». ¿Y Dean? «Él era el polo opuesto: conducía como Stirling Moss, a toda pastilla y de forma muy impulsiva. Destrozaba los coches». Aunque, en realidad, tampoco tuvo mucho tiempo para desarrollar un estilo, admite Bracker.
En 1957, Lew Bracker participó en su última carrera a bordo de un 356 Carrera. Después se retiró. «Lo dejé de un día para otro cuando mi mujer se quedó embarazada. Sabía que siendo padre no podría conducir como quisiera». Durante las siguientes décadas, Bracker trabajó de corredor de seguros, agente de bolsa y banquero de inversión. Después, en 2013, plasmó en un libro los recuerdos de su amistad con Dean en Jimmy & Me. Había permanecido en silencio durante 58 años. «Había encerrado aquella época en mi cabeza bajo siete llaves», confiesa Bracker, a quien la noticia de la muerte de Dean le pilló en el local de Hollywood al que solían ir juntos, Villa Capri.
Bracker saca un maletín polvoriento del armario, lo abre y me enseña algunos recuerdos de su amigo Jimmy. Por ejemplo, un ejemplar amarillento de Los Angeles Times con una entrevista en la que Dean se refería a Marlon Brando en un tono poco amable, o un número del Fairmount News donde se pueden ver artículos sobre la muerte de Dean y su funeral en Fairmount (Indiana), la pequeña ciudad del Medio Oeste en la que James Dean había crecido con su tía y su marido tras el fallecimiento de su querida madre. Bracker estuvo presente en el funeral de Dean el 8 de octubre de 1955. Después, en la primavera de 1956, recorrió los 3.500 kilómetros que separan Los Ángeles de Indiana a bordo de su nuevo 1600 Speedster para volver a visitar a la familia de acogida de Dean. «Yo tenía 12 años cuando Lew me sacó a dar una vuelta en su Speedster. Fue mi primera vez en un Porsche», recuerda Marcus Winslow Jr., primo de Dean.
«Lew nunca olvidó a Jimmy, como tampoco nosotros». Marcus Winslow Jr.
Winslow Jr. continúa viviendo en la granja de sus padres y ha mantenido el contacto con Bracker: «Lew nunca olvidó a Jimmy, como tampoco nosotros».