Frank Marrenbach

Cuando su trabajo se lo permite, Frank Marrenbach se abandona a su pasión por Porsche. Sale a pasear por la Selva Negra en un Carrera 911 de 1972, o se sumerge en su colección completa de 65 años de revistas Christophorus.

Baden-Baden sin el Brenners Park-Hotel? Inimaginable. Desde hace más de 150 años este hotel, uno de los más lujosos del suroeste de Alemania, forma parte de la ciudad balneario. ¿El Park-Hotel sin Frank Marrenbach? También es difícil de imaginar, pues a sus 50 años pronto hará 20 que dirige los negocios del hotel. El mánager es la discreción en persona. Alguien que elige con cuidado sus palabras. Cuando habla de sí mismo o de otros, piensa antes cuidadosamente, y suele expresarse con diplomacia. Quizás lo ha copiado de los jefes de Estado y políticos de elite que ha conocido: Bill Clinton, Angela Merkel, Barack Obama y muchos otros se han hospedado en su hotel en Baden-Baden. Pero Marrenbach no habla sobre sus experiencias con ellos, una virtud que posiblemente contribuyó a que en 2016 fuera nombrado «hotelero del año», el premio más importante del sector.

Ambiente matutino:

Ambiente matutino:

a Frank Marrenbach le gusta salir de buena mañana con su coche.

Nacido en Düsseldorf, Marrenbach no solo tiene un trato exquisito con las grandes personalidades, sino con todo el mundo, como tiene que ser. Pues como jefe de la cadena de hoteles Oetker Collection es responsable de una gran cadena de hoteles de lujo, entre los que se encuentran, por ejemplo, el legendario Cap Eden Roc en la localidad de Antibes, al sur de Francia, y el Bristol de París. Del Caribe a las Seychelles tiene que garantizar el cumplimiento de estrictos estándares de calidad en los hoteles más diversos con cerca de 3.000 empleados en todo el mundo, sin que ello merme el carácter individual de cada uno de los hoteles. Para cumplir esta misión Marrenbach se pasa una tercera parte del año viajando, y siempre tiene en cuenta las diferencias culturales de cada país. Así, no es casualidad que uno de sus principios sea: «Adónde llegues y a quien encuentres el respeto es el gesto universal, en el idioma, la actitud y el acercamiento».

Un escenario con estilo:

Un escenario con estilo:

el 911 Carrera RS 2.7 color víbora de Frank Marrenbach en Baden-Baden.
Introspección:

Introspección:

Marrenbach leyendo. Uno de los pocos momentos de tranquilidad.

Modelo: 911 Carrera RS 2.7
Año de construcción: 1972
Motor: seis cilindros y 2,7 litros
Color: verde víbora

Su profesión le exige por supuesto una gran capacidad de concentración y un enorme autocontrol. Esto le hace dedicarse a una pasión que constituye un contrapunto a su tarea: «Ya que mi profesión está condicionada al contacto permanente y al intercambio con otras personas, necesito espacios en los que me pueda recoger. Y uno de esos espacios es, por ejemplo, la cabina de un Porsche clásico». Marrenbach compró su primer 911 hace 15 años, un 911 4S, modelo 993. Pronto le siguieron un 996 Turbo y un 964 RS, que despertó su pasión por el nueveonce deportivo. «Conducir un Porsche me transporta a una esfera especial. Pero la intensidad de un RS supone un verdadero desafío para mí, y eso es lo que busco». A lo largo de los años he adquirido diversos modelos del RS, pues cada uno de ellos me aporta un tipo de diversión y placer en la conducción distintos. «Un 997 GT3 RS se conduce muy distinto de un 964 RS, y más allá de las 5.000 revoluciones lanza un sonido tan increíble que provoca escalofríos. ¡Es fascinante!».

El broche de oro de la colección de Marrenbach es un Carrera RS 2.7 de 1972 de color verde víbora, el 911 con la característica «cola de pato» y de hecho el primer RS. El día que Marrenbach se sentó por primera vez al volante quedó fascinado por el deportivo: «La elasticidad con la que reaccionan los seis cilindros, la velocidad y la estabilidad con que el automóvil entra en cada curva demuestran que el coche realmente cumple todas las expectativas. No obstante, como ocurre con todos los RS, este tampoco es fácil de manejar. Te infunde respeto. Hay que practicar para dominarlo». Marrenbach aprobó las prácticas de seguridad en la conducción de Porsche, incluso contrató a un entrenador personal, y sin embargo se topó con limitaciones. «Mi primer recorrido en el circuito de Hockenheim fue un desastre. Ya en la segunda curva cometí un error al frenar. Como un novato. Eso me enojó», recuerda. A partir de ahí el perfeccionista Marrenbach se puso a trabajar para superar este fallo de conducción. «Me gusta esforzarme para mejorar en algo y descubrir cómo puedo superar un desafío». Marrenbach va al circuito tres o cuatro veces al año. Y en algunas ocasiones participa con alguno de sus modelos RS en rallyes junto a su hermano, que es ingeniero de desarrollo de Porsche en Weissach.

«Conducir un Porsche me transporta a una esfera especial. Pero la intensidad de un RS supone un verdadero desafío para mí». Frank Marrenbach
Viaje a través del tiempo:

Viaje a través del tiempo:

para Marrenbach las revistas Christophorus son testimonios de la historia de Porsche.

65 años de Christophorus

La pasión de Marrenbach por Porsche tiene otra faceta: en su casa ha creado una sala Porsche, un «espacio contemplativo», como él dice, que rebosa de literatura y modelos Porsche en miniatura. Un papel muy destacado lo ocupa la colección de revistas Christophorus desde el primer número, de 1952. Reúne ya 384 ejemplares. Los tiene archivados en cajas de color azul oscuro hechas a medida y con un elegante grabado en oro. Marrenbach se las compró a un coleccionista que antes de dejarle su tesoro quiso conocerle para asegurarse de que lo dejaba en buenas manos.

La revista de los clientes de Porsche celebra este año su 65 aniversario y rememora la historia de un éxito que es muy anterior al 911. En 1952 era toda una innovación que alguien observara de cerca a los pilotos de carrera de un fabricante de automóviles y se inspirara en ellos para realizar sus propias salidas. Pero lo que fascina a Marrenbach no son solo los temas, las imágenes y el estilo de la revista, sino también el contexto histórico en el que se ubica cada número. «Christophorus permite viajar por la historia alemana», afirma mientras echa una ojeada a una edición del año de su fundación. «Por ejemplo, si se profundiza un poco en este ejemplar se comprende qué inquietudes y qué expectativas de futuro tenían las personas apenas siete años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial». Otro aspecto que le fascina es la gran cantidad de material sobre la historia de la empresa. «Además del espíritu de la época la revista ha reflejado siempre la situación financiera de Porsche, las dificultades de la marca a principios de los noventa del siglo pasado, así como su posterior renacimiento». Para él, esta colección es como juntar la Encyclopedia Britannica y el Brockhaus alemán en una única colección. Este amor por los números más antiguos de la revista también se puede describir así: si se quemara su casa, seguramente encontraríamos a Marrenbach en la calle en albornoz y sosteniendo estas piezas preciosas en la mano.

La historia de Porsche bien custodiada:

desde el Christophorus n° 1 de 1952 han salido 384 ediciones incluida la actual. Marrenbach las tiene todas.

La persona presente más importante

Algunas veces Marrenbach sale a primeras horas de la mañana, cuando los huéspedes del hotel todavía duermen, a dar un paseo por la Selva Negra en su Carrera verde víbora. «Sonará como una simpleza, pero son momentos solo para mí. En una palabra, no puedo estar siempre haciendo cosas importantes. Cuando quieres hacer bien tu trabajo, tienes que estar continuamente pendiente de todo, de cada reflexión, cada encuentro, cada interacción». Marrenbach se queda en silencio. Y, reflexionando sobre la importancia de determinados momentos, revela al final el recuerdo de un encuentro especial. «Lo que me impresionó profundamente de Bill Clinton fue que siempre daba a su interlocutor la sensación de ser la persona presente más importante para él. Cuando abandonó el hotel era muy temprano, apenas había dormido y ya había atravesado la puerta cuando distinguió a algunos de nuestros empleados. Entonces retrocedió para darles a todos las gracias. Nadie hubiera quedado decepcionado si no lo hubiera hecho. A pesar de ello lo hizo. Me impresionó muchísimo».

Lena Siep
Lena Siep